Imagen del artículo

Soñando.

Cristian Vera

Escritor amateur
febrero 5, 2016

Anoche, soñando, salimos juntos.

Salimos a caminar. Había un malecón bonito, muy iluminado, con mucha gente, pero estábamos solos. Caminábamos solos.

Yo tenía una bicicleta, bonita, lustrosa, roja, y te invité a subir en ella para llevarte a casa. Pero te dio miedo. Me preguntaste varias veces si iba a poder aguantar tu peso y el mío, si tenía fuerza, si llegaríamos a alguna parte, y yo trataba de explicarte que sí. Trataba de entender por qué alababas mi fuerza y el marcado de mis piernas, pero no querías subir conmigo en mi bicicleta. A dondequiera que fuéramos, no parecías entusiasmada de ir. Creo que te daban miedo las bicicletas. Carlos se llevó mi bicicleta y tú y yo caminamos juntos.

Al llegar a tu casa, traté de darte un beso, pero agachaste la cabeza y te refugiaste con fuerza en mi pecho. Te reíste y me pediste perdón. Yo solo te abracé mientras respiraba el perfume de tu pelo, disfrutando de tu abrazo. Pero duró poco. Me miraste y te quedaste callada frente a mí, sin decir nada. Entonces me besaste con uno de esos besos que no saben a nada, pero que lo son todo. Me besaste con fuerza, presionando tus labios contra los míos, sin decir ni hacer nada. Y en ese instante, que duró menos que eso, me habías besado por fin, solo para decirme que te tenías que meter, que ya era tarde, que hacía frío y tenías que dormir.

Te fuiste y me quedé ahí, con un palmo en las narices, con la cara fría de tanto frío y mi bicicleta roja, que Carlos me vino a dar. Me dejaste ensimismado y sin saber qué pensar. Me dejaste, y yo me fui caminando, sin mi bici roja, con ese frío, para ver si en el resto de mi sueño te podía encontrar.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *