Sirena, Sirena, te llama el mar.
Embrujo salado, embrujo pasado, futuro, presente, embrujo de sal, que llevas mi mente constante a tu canto, tu canto al sol que invita a mirar.
Tus voces calladas, miradas robadas, sin paz es tu ira de hambriento rondar; rondando en mis sueños, mojando mi cama, desnudas mis besos, pecando en tu andar.
Lucero al alba del mar estrellado, constante e incesante de trinos sin fin, de trinos sin aire, que no viven ni existen pero tocan mi puerta a robarme el vivir.
Sirena de arena, de tierra salada, sin mar que te ata, te amarras a mí, tu voz anhelante mantiene despierto mi siempre deshecho anhelo por ti.
No duermo ni sueño por siempre desearte, por siempre anhelarte con deseo voraz; te busco despierto, en cada mirada, en cada destello de encuentro fugaz.
Te anhelo, te anhelo; te sueño despierto, tu canto arrebata cualquier sedición, tan solo te pienso, tan solo te invoco, tan solo te toco y pierdo el control.
Te aferro a mi historia en constante memoria, pues siempre recuerdo que has estado aquí; tú, siempre desnuda, llamando al pecado, en diversas figuras arribando en mí.
La historia de ti, sirena salada, me ha seguido al mundo al que quise escapar, me sigue tu sombra, de bruma y de broma, burlando mis trampas de arrojado final.
Te atrapan y encierran, más siempre liberas en libidos campos tu broma al cantar, ese canto desnudo que tan solo yo escucho, que lleva a perderme en tus brazos de sal.
Tus nombres recuerdo, todos ellos desiertos, historias perdidas de oscura canción; historias pasadas de muerte anunciada, de efímera vida por tu gélida voz.
Tus nombres emergen en nuevas figuras, de nuevas hechuras pero misma canción, tus caras tan nuevas son siempre de pena, de pena anidada de dulce primor.
Primor de la arena, de sal tan desierta, de sal que reseca mi salado rubor, dejando desnuda, dejando atada, mi alma y cordura en tu dulce voz.
Llevando mi alma, llevando mis sueños, llevando a tu playa un débil fulgor. Corazón destrozado, corazón empeñado, perdido en las aguas por tu canto sin voz.
Sirena de muerte, sirena de arena, de sal y clamor. Clamor de venganza, clamor de mi pena, mi pena tan dulce que alimenta tu voz. Tu voz tan callada, sin aire ni espada, que se roba mi alma al mar de tu amor. Tu amor tan errado, tu amor tan robado, te entregas a nadie y robas el don; el don de la vida, la que tú no precisas, la que robas y dejas morir de dolor. Por eso, sirena, te entrego a la arena, te amarro a la pena de tu dulce voz.
Perdón, te abandono, mi vida te tomo y busco el amor, amor verdadero, que susurre en mi espalda el fulgor de lo eterno, con voz de aprecio, de aire, de fuego, de amor verdadero, que pueda entregarle lo que tu voz me robó.
Un rostro, yo quiero, que quiera mirarme, que quiera quedarse y cantar con su voz.
Te abandono, te dejo, a llorar en lo eterno, sirena de arena, de sal y dolor. Tan solo te digo… Tan solo te digo, con pocas palabras… Te digo… Adiós…