Yo nací viejo, con el gusto por los libros arraigado en los dedos y el alma, con las ganas de estar en casa, caminar por la tarde, oler el pasto, andar descalzo, sentir el sol.
En definitiva, yo nací viejo.
Me recuerdo con el gusto contemplativo de los ancianos, mirando alrededor para añorar los viejos tiempos. Pero si no tengo viejos tiempos, ¿qué es lo que añoro?
Me despierto con el gusto por lo pasado, por un tiempo donde todo era mejor, más bonito, más durable, más brillante en mi recuerdo. Pero yo no viví esos tiempos, ¿de dónde ha salido ese gusto?
Entonces he descubierto el secreto: nací con la estampa de mis ancestros, con su grito, su fiesta, su amor por la tierra y lo que la rodea, sin pertenecer realmente a este tiempo.
Por eso añoro todo lo que no viví; habito esta época de maravillas donde ninguna me asombra, pues soy de gustos sencillos: una voz, una caricia, un beso, una despedida, una mirada, el sonido del andar de la mujer amada, su sonrisa, su ensortijado cabello, deleitarme en sus lunares, besar sus manos, oír su voz.
En definitiva, nací en el tiempo equivocado. Conocí el amor en el tiempo equivocado. Vivo en el lugar equivocado.
Entonces, ¿cómo emprendo el viaje?